Podría decir de muchas maneras iguales que hoy no fue un muy buen día y de muchas formas diferentes los deliciosos minutos que corren entre las cinco y siete de la casi noche.
No quise ir a comer al restaurante, tuve miedo, del viento o de la lluvia, no recuerdo. En cambio, verte entrar a casa sin las rosas prometidas no me dio miedo. Ahora no tendría problema alguno para revelarte la pérdida de tu libreta, no estaba obligada a revelarte los detalles de su desaparición, tú no llevabas rosas.
Un despertador insiste en sonar, cuando sabe (porque no es tonto) que nadie le hace caso. Finalmente el vecino lo apaga. Silencio. No hay luz ni agua, fallas administrativas del edificio; si no eres dueño no puedes quejarte.
El parque está plagado de jóvenes de vocabulario vomitivo y ancianos de bastón. El expendio de pan ya no tiene teleras frescas, las amas de casa son madrugadoras, yo no. Hace calor, pero el sol no calienta; hay viento y las ramas no gustan moverse. Pasan los camiones, indiferentes, con su humo negro y choferes desvelados; más adelante, en la carretera hay un accidente de tránsito.
Nadie viene a casa, no hay comida, yo no salgo; no hay hambre, te enojas, no me importa. El periódico grita con sus letras invisible que todo esto es una novela, a veces se necesita drama. Tenemos a gente malvada, sí pero son éticos y morales, lo tomaré en cuenta.
Busco tu libreta, pretenderé que sigo leyéndola, me gustó mucho. ¡Sorpresa! no llevas mis rosas, perfecto no diré nada, era una prueba de amor. No te importa. Suspiro.
Tus manos sobre mis ojos cerrados, me llevas a mi cuarto, me dejas allí parada, un poco inútil. Vuelves, sostienes un tulipán, sonríes. La libreta está en tus manos, lees un tierno poema. Una vez mas me he equivocado
Te dedico el Rosas.
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