martes, 30 de noviembre de 2010

Culpable

It's hard to change the Indian
that dwells inside this chest.
-Kashmir

No importa qué suceda, el error siempre es de uno.
Lo que pasa es que te atreves y te lanzas, y entonces, ¡zaz! Caes de golpe con la cara en el suelo y la espiración agitada. Jurabas que no te iba a dejar caer al suelo, pero no. Uno siempre jura, pero no. Hay que aprender a vivir con un cuerpo de masa amoldable, con una mente de plastilina moldeable y con un alma de barro sin cocer. Guarda silencio, acepta, guarda silencio, asiente, guarda silencio.

Pero yo prefiero guardar silencio con el alma de barro negro bien cocido, con la mente moldeable pero firme y con el cuerpo ya seco y bien forjado. Y hablar cuando tenga que lanzarme, aunque al caer sangre yo no me rompo.

sábado, 25 de septiembre de 2010

De la felicidad

Un día se lo dije al oído, "los buenos momentos deberían ser eternos". Lo sostengo. Yo no sé escribir, tampoco sé usar palabras complicadas, no soy culta y tampoco poseo una mente brillante; para ser breve, hay muchas cosas que no soy ni sé hacer. Suelo pensar que todo me va a salir mal y tiendo a estar cansada todo el tiempo, a veces pienso que es depresión, pero esa explicación no me convence.
Hace poco me dí cuenta que mi ropa siempre estaba cubierta de un finíssimo polvo azul, todo lo que tocaba terminaba de ese color. Así que cambié de jabón, limpié el armario, también el fregadero, mandé mi ropa a la lavandería y hoy que fui a buscarla descubrí que el polvo seguía allí.
No soy depresiva, tiendo a sonreír mucho y a reírme de cosas sencillas, me hacen feliz los detalles y los girasoles. Soy feliz cuando recibo un beso en la mejilla y bebo un buen té verde. Es ese azul el que me molesta. No es el color del cielo, ni del mar, no es nada pero si queremos verlo de otra forma, el azul lo es todo.

Hay suciedad que no se quita, hay mugre que no se puede despegar, está impregnada en la piel y en la sangre. También hay manchas que pueden removerse, para que eso suceda es necesario sacar la mente de paseo. No soy depresiva, sólo no me muevo, el mundo pasa a un lado mío y no lo siento. Pero no pasé por aquí para escribir sobre el vacío ni ninguna de esas cosas, sino que descubrí que sí puedo deshacerme del polvo, aunque siempre regrese. Y es por esto que me detuve un rato en este blog medio oscuro, cuando se despeja no quisiera dejar ese estado de levedad, no quisiera abandonar la "inocencia" ni la felicidad. Y de nuevo, sí lo escribo es porque hoy no me siento así pero añoro aquel estado.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Pero es que sí existen

Las pesadillas son de cosas que yo pensé haber olvidado hace algún tiempo, como que ya no me acordaba, y, cuando lo hacía, no me afectaba; ya estaba preparada. Pero ahora van dos noches consecutivas en las que cierro los ojos y vienen a mí, por montón, desbordándose llenas de sentimientos. Los abro de nuevo pero no puedo ver bien, hay lágrimas ahí también. Ahora estoy cansada y hay que dormir, pero cerrar los ojos me da pavor.

martes, 13 de julio de 2010

Simbolismo

Es un gozo sentir que el frío te llega al corazón
y poder decir, tocándolo con una mano
como a un hogar que rodavía humea, "ya no arde". 

—Gustave Flaubert

La distancia es más grande que yo. Miedo al futuro; el miedo palpita con ritmo cardiaco, repetitivo. Esto no es un poema, es miedo. Tal vez vayas a donde no puedo acompañarte —persecución; puertas corredizas, últimos momentos donde toda intención es transitoria porque todo es transitorio—. Miedo, porque tu mundo es más grande que el mío, igual que la distancia; años vacíos de paredes grises, como esa pintura que entendí porque era yo, lanzando gritos contra una puerta cerrada. Era yo, reflejado en el pasado gris, porque el pasado es gris. Puertas corredizas, balcón cerrado. Era yo, escondido bajo la mesa para que pensaran que desaparecí; alguien abrió la puerta, me buscaban. Las demostraciones más claras no son significativas, algo interno destruye todos los significados y todo se convierte en un signo vacío. Irracional, porque todo tiene un nombre. Algo en mí murió en la tarde junto a esa cama, a oscuras, teléfono en la mano; algo se fue esa tarde, desapareció. Algo me habló de cosas imposibles y desde entonces detesto aspirar a algo más allá de mis limitaciones. Pero habla el miedo, ese miedo amarillo que me vuelve insignificante; destruye todo significado y me convierte en un signo vacío. Era yo, obligado a aprender cómo mantener una conversación; aprendí el valor de las preguntas insignificantes. Era yo, la respuesta a una pregunta que nadie hizo. Todavía arde, ese fuego sofocado que murió esa tarde y que era yo.

domingo, 4 de julio de 2010

Horas infames

Las cinco de la madruga es la peor hora para hacerse preguntas importantes. Probablemente solamente a esa hora algunas cosas se comprendan bien, pero no todas. No las que tienen que ver con miedos, con dudas, con esperas. Pero la que menos tiene sentido y respuesta es la que siempre me viene a estas horas, casualmente: ¿estás aquí? Es absurda simplemente porque no tiene respuesta a estas horas, porque nadie vive a estas horas, y mucho menos para contestar preguntas. Pero también porque no es justo preguntarla si no hay oportunidad de contestar. ¿Una respuesta nula, es una respuesta? No. Es por eso que a estas horas no pregunto, no pienso, nada más respiro ligero y dejo que todo salga en su forma líquida y salada, empapando mi almohada.

En la mañana sale el sol. Pero eso va a suceder dentro de muchas horas.


miércoles, 16 de junio de 2010

Esta enfermedad

Quiero detenerla.

De ahí no se sale

Siempre llega el momento en el que lo descubres. Te das cuenta de que te gobierna, de que te posee, de que ya no eres libre. Y cuando llega ese momento se te cae el mundo, todo lo que creías que eras y la confianza que tenías en ti mismo se va. La oscuridad te mira y sonríe victoriosa: ya no hay cómo salir de ahí. Eres adicto. Eres vicioso. Lo necesitas. Y cuando quieres deshacerte de esa nueva identidad te jala para abajo. Te hace temblar y babear de ansiedad, y no puedes dormir. Lo ves en todas partes, te persigue con las garras y dientes de las que sabes que no podrás escapar. Entre las que te retorcerás una vez más, harto y aterrorizado. Tu cuerpo lo pide, tu mente lo pide, y lo buscas desesperado, pero al mismo tiempo te repugna la imagen que ves en el espejo. Uno más, débil y vencido. Tienes un vicio, una adicción. Y eso ya es parte de ti. Tú ya eres parte de ella, la alimentas, la mantienes, como el parásito que algún día te consumirá por completo. Vergüenza de admitirlo, de saberlo, hay que esconderse del mundo que brilla, no le perteneces más. Ahora eres del polvo, de los rincones, de las sombras. Y no hay cómo ayudarte, ni cómo salir. Eres adicto, vicioso.