miércoles, 16 de junio de 2010

Esta enfermedad

Quiero detenerla.

De ahí no se sale

Siempre llega el momento en el que lo descubres. Te das cuenta de que te gobierna, de que te posee, de que ya no eres libre. Y cuando llega ese momento se te cae el mundo, todo lo que creías que eras y la confianza que tenías en ti mismo se va. La oscuridad te mira y sonríe victoriosa: ya no hay cómo salir de ahí. Eres adicto. Eres vicioso. Lo necesitas. Y cuando quieres deshacerte de esa nueva identidad te jala para abajo. Te hace temblar y babear de ansiedad, y no puedes dormir. Lo ves en todas partes, te persigue con las garras y dientes de las que sabes que no podrás escapar. Entre las que te retorcerás una vez más, harto y aterrorizado. Tu cuerpo lo pide, tu mente lo pide, y lo buscas desesperado, pero al mismo tiempo te repugna la imagen que ves en el espejo. Uno más, débil y vencido. Tienes un vicio, una adicción. Y eso ya es parte de ti. Tú ya eres parte de ella, la alimentas, la mantienes, como el parásito que algún día te consumirá por completo. Vergüenza de admitirlo, de saberlo, hay que esconderse del mundo que brilla, no le perteneces más. Ahora eres del polvo, de los rincones, de las sombras. Y no hay cómo ayudarte, ni cómo salir. Eres adicto, vicioso.

domingo, 13 de junio de 2010

Cielo nublado

Y el sol se asomaba en la mañana. Sorpresas y aventuras, muchas risas. Todo por venir. Hasta que, de la aparente nada, se nubla todo y viene la llamada. "Si, ya partió". Para siempre. La sorpresa se ve tranquilizada por la situación; era de esperarse. Pero aún así, cuando una ve venir las nubes, no ve el momento en el que van a llegar para soltar su látigo de hielo. Y entonces todo viene como una cascada helada sobre la espalda desnuda. Y es esa misma espalda que espera un par de brazos, que no están. Y se conforma con las palmadas de los ahora desconocidos, que lloran con ella, que viven con ella y que también llevan el negro, como ella. Poco a poco las nubes se van espesando y ya no se ve nada. Una granizada tras otra, y no hay paraguas que aguante, ni techo que no ceda.

Es hora de mojarse, hasta adentro.

domingo, 6 de junio de 2010

El concepto de límite

La cosa con los límites es que existen. El límite es una cosa, delimita, delinea, es infranqueable. Hay dos clases de límites: los impuestos y los reales. La cosa con el límite real es que es el más infranqueable. El límite impuesto es penetrable, pero no debe ser penetrado. No se puede ir más allá del límite real porque simplemente no hay nada después del límite: la realidad de lo limitado termina en el límite.

El límite marca la diferencia entre las cosas (atención: no dije "objetos"). Sé que tú y yo somos diferentes por el límite real entre ambos. Sé que puedo porque lo que quiero está dentro de lo que puedo. Sé que no puedo cuando lo que quiero está más allá de mis límites. Y como todo lo que está más allá del límite es inalcanzable, no existe; buscar lo extralimitado es como tirar estrellas con piedras.

La realidad es limitada. La tendencia absurda de tirar estrellas con piedras es exactamente la misma que intenta que toda la realidad quepa dentro de un límite subjetivo. Se llama idealismo en sentido amplio, y es una enfermedad. El hombre no es capaz de nada infinito, porque no está en su naturaleza. El hombre es más bien incompleto, enorme diferencia; decir que el hombre puede relacionarse con lo infinito es lo mismo que decir que el hombre es dashlin.

Dios, si existe, no puede ser ilimitado, pues no sería nada o sería absolutamente todo; y si fuera todo, por ser ilimitado, realmente no sería nada, pues nada tendría límite y nada existiría. Aristóteles lo sabe. Todo necesita un límite para poder considerarse como un algo. Se puede hacer ética del límite, pero no es importante. El límite se conoce por reducción al fenómeno, pero no es un fenómeno. La ciencia es un hecho, así que no es problema. El único problema importante es el límite, y hay que darse cuenta de nuestros propios límites reales.