Y el sol se asomaba en la mañana. Sorpresas y aventuras, muchas risas. Todo por venir. Hasta que, de la aparente nada, se nubla todo y viene la llamada. "Si, ya partió". Para siempre. La sorpresa se ve tranquilizada por la situación; era de esperarse. Pero aún así, cuando una ve venir las nubes, no ve el momento en el que van a llegar para soltar su látigo de hielo. Y entonces todo viene como una cascada helada sobre la espalda desnuda. Y es esa misma espalda que espera un par de brazos, que no están. Y se conforma con las palmadas de los ahora desconocidos, que lloran con ella, que viven con ella y que también llevan el negro, como ella. Poco a poco las nubes se van espesando y ya no se ve nada. Una granizada tras otra, y no hay paraguas que aguante, ni techo que no ceda.
Es hora de mojarse, hasta adentro.
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