Queda claro que la mezcla que existía en primer lugar era homogénea, compuesta por un millón de detalles delicados que mostraban el valor del resultado final por sí mismo. Era hermoso. Pero ahora no, poco a poco se le fueron agregando distintos elementos al envase, y cada uno teñía discretamente la solución original. Poco tiempo pasó para que el resultado fuera tan variado, que la bellísima solidez que se mostraba en el inicio fuera rota. Ahora todo cambiaba. La miraba cada vez menos. Preguntaba cada vez menos. La recordaba cada vez menos. La mezcla se había vuelto compleja, demasiadas complicaciones innecesarias, demasiados agregados. Tanto fue el añadido, que dejó de importar la despedida, dejó de importar la mirada, los latidos, el suspiro, una lágrima, dejó de importar todo. La reacción era nula. Todo estaba disuelto.
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Definir la disolución, aceptarla, valorarla, asumirla: ¡eso es valentía!
ResponderEliminarSoy un fantasma...
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