lunes, 5 de abril de 2010

Borradores

El sabio hegeliano no contempla,
sino que vigila el desenvolvimiento;

sabe cuál es el siguiente paso
y puede predecir cada movimiento del Absoluto.

–Hellen Kirscht - Hegel, Marx y Althusser


Anoche vi claramente el movimiento hacia la negación. Funciona de modo infinito, el sufrimiento tiende a equilibrarse mediante un proceso –aparentemente complejo; en realidad, no tanto– de tensiones que actúan sobre un individuo. Ese individuo actúa sobre otros y los tensiona; la tensión se relaja y viene la contraparte del primer movimiento, como un sistema de péndulos que se empujan unos a otros y sus movimientos siempre son iguales, aunque sólo algunos lo notan.

El movimiento, primero la tensión –sufrimiento– y después desaparece y viene el alivio. Cada tristeza tiene un momento de felicidad que se contrapone directamente; una reacción, ese momento en el cual me doy cuenta de que el dolor anterior valió la pena. Después reaparece el sufrimiento, como una oleada invisible. Un momento intenso de felicidad tiene una contraparte proporcional de tristeza, o por lo menos varias contrapartes de menor intensidad. Siempre se tiende al equilibrio.

Anoche sentí el cambio. Me sacudí bajo los reflectores mientras mi felicidad se disipaba y resurgía la miseria cíclica. Equilibrio: borré la sonrisa de mi cara y me dejé llevar por el sentimiento opuesto. Todo sería más fácil si no oponía resistencia. Esa noche puse los mismos discos de siempre mientras los cuerpos alcoholizados se retorcían en la pista de baile. Yo utilicé los audífonos para dar la impresión de concentrarme en mezclar.

[α. Libertad absoluta]

[...]

[β. Terror]

[...]

[Borrador para ɣ]

Días después, el polvo levantado por la vertiginosidad del movimiento se asentó de nuevo en el suelo, como si se volvieran uno sólo (El movimiento arranca el polvo y lo convierte en viento sucio; después en suciedad; por último, el polvo es parte del suelo). Por supuesto, todo funciona del mismo modo: dos movimientos sucesivos y contradictorios, después el resultado de la contradicción; un movimiento que trasciende los pasos anteriores, pero surge de ellos.

El beso inició el movimiento y Lucía era polvo. Después ella tendría que moverse hacia el otro extremo y compensar ese golpe de felicidad desatada con el sentimiento opuesto. Bajo ciertas circunstancias, la unión entre dos individuos puede sincronizar el movimiento hasta convertirse en uno sólo. Lucía sólo fue arrastrada por el primer movimiento y Luis por el segundo. Los dos fueron colocados en posiciones contradictorias: ella con felicidad absoluta, pero vacía; él con tristeza ciega e infundada.